¿Por qué Action Theater? Vuelos anfibios

16/10/2013

María Ferrara

Editor: Nos alegra publicar este articulo escrito por María Ferrara sobre su experiencia con Action Theater. María es artista y bloguera que vive en Málaga y escribe en español e inglés sobre la creación, la percepción, la poesía y las artes escénicas en su blog: mariaferrara.net.

Descubrí Action Theater a finales del verano de 2012, visité el sitio web de Ruth Zaporah, compré su libro, lo leí de tapa a tapa, empecé a asistir a talleres con Sten Rudstrom en Berlín, fui al Festival de Action Theater durante dos semanas en mayo y dediqué todo el mes de agosto pasado a este entrenamiento. Sigo practicando, sigo organizando mi vida para seguir entrenando y explorando la improvisación… ¿Qué me está pasando?

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María Ferrara

Desde pequeña quise ser… todo. Quería ser azafata y monja y cantante y Marie Curie y madre y detective y escritora y exploradora y bailarina y geóloga y… la única manera de hacerlo todo era ser actriz. Me formé y trabajé en teatro de texto y también exploré distintas técnicas corporales y de danza, incluyendo Contact Improvisación. Me interesé por la creación propia, dejé atrás el texto y descubrí el trabajo de clown. Utilizaba la improvisación para generar material que luego fijaba. A principios de 2012 alguien me preguntó si actuaría mi trabajo improvisando. Nunca se me había ocurrido esa posibilidad. Desde ese momento, no pude dejar de pensar en ella. ¿Era posible con las herramientas que tenía?

La danza Contact Improvisación (CI) me había introducido a la percepción del momento, a la escucha, a responder y a proponer y a la sensación de que nadie estaba haciendo lo que sucedía, sino que lo que sucedía nos estaba “haciendo” a nosotros. Sin embargo, yo no estaba “actuando” CI. En las ocasiones en las que se invitaba a público a mirar me surgían preguntas, me encontraba demasiado envuelta en la estrecha relación con mi compañero como para sentir que estaba actuando. No quiero decir con esto que no se pueda actuar CI, pero yo no lo estaba haciendo así en aquel momento. Comencé a preguntarme sobre cómo se enfocaba la improvisación a la actuación y, curiosamente, Inesperadamente Murcia, un taller de dos semanas que había empezado centrado en CI, estaba tomando el mismo giro… así que tomamos la curva juntos. Siguiendo mi cuerpo empecé a zambullirme en las cuevas, barcos hundidos y arrecifes de coral de mis profundidades. Lo sentía como algo íntimo, delicado y fascinante, parecía estar accediendo a algo que tenía que ver con mi yo prelenguaje, libre de análisis y de lógica y empapado en sensación, sentimiento y un delicioso silencio de la mente. Parecía una visita submarina a otro reino y, de hecho, a veces me resultaba difícil mantenerme presente en el tiempo y lugar en el que estaba sucediendo todo.

No podía dejar a un lado el mundo para siempre, igual que, a pesar de lo mucho que me gusta, no puedo vivir siempre en el agua y necesito también la tierra firme. Tampoco quería dejar a un lado la palabra para siempre. Me encanta la poesía: sonido, musicalidad, metáfora, paradoja… Sin embargo, el teatro hablado e improvisado que yo había visto siempre parecía girar alrededor de la idea del desafío, bien fuera demostrando mayor ingenio que el equipo contrario o manejando propuestas generadas de manera explícita por el público, cuanto más rápida y ocurrente fuera la respuesta, mejor. Lo que me interesaba de la improvisación no era esta manera de dejar el público boquiabierto. También, las actuaciones que había visto habían estado muy basadas en el lenguaje. Y no solo en cuanto a la cantidad; el lenguaje estaba influyendo sobre todo el formato. El lenguaje hablado tiende a ser lógico, lineal, y se construye de acuerdo con unas reglas muy precisas. Igualmente, todo lo que vi en estas actuaciones tenía una estructura racional y no había espacio para el material más intangible, esquivo, inefable, los peces escurridizos con los que estaba aprendiendo a nadar.

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¡A volar!

Uno de los profesores de Inesperadamente Murcia, Ingo Reulecke, me puso sobre la pista de Action Theater. ¡Lo sabía, tenía que haber un modo de combinar agua y tierra, fantástico, puedo hacer lo que quiera, sin limitaciones sobre mi forma de expresión; a volar! Bueno, no. Volar era en realidad la última destreza a aprender, antes tenía que aprender a utilizar agallas y pies al mismo tiempo, y eso es precisamente lo que siento que me está ayudando a hacer el entrenamiento de Action Theater.

En mi práctica me he dado cuenta de que el lenguaje tiende a erigirse jefe. En cuanto aparece una palabra, parece que esa fuera la clave y que todo lo demás tuviera que acomodarse. O la palabra se apropia de algo que ya estaba sucediendo y, como una luz demasiado brillante, hace desaparecer los matices. Incluso la calidad más poética y más carente de sentido de las palabras puede resultar evasiva si mi mente lógica utiliza el lenguaje como herramienta organizadora y explicadora. También he encontrado que si simplemente me sumerjo en mi experiencia corporal y mis referencias internas sin anclarme al tiempo-espacio y a lo que está sucediendo a mi alrededor, simplemente desaparezco en las profundidades de mí misma, muy placenteramente, por cierto, pero esto se me hace demasiado íntimo e individual como para llamarlo actuación. ¿Cómo seguir respirando bajo el agua, para no perder el rastro de los peces, mientras sigo presente en la tierra con las personas con las que estoy actuando y con el público? ¿Cómo dejar que las palabras se “apescaden” y cómo sacar a los peces a la luz del sol sin matarlos?

La metodología de Action Theater me está resultando útil. El entrenamiento trabaja con el cuerpo, la palabra y el sonido sin jerarquías. A menudo me doy cuenta de que la libertad de elección infinita también puede resultar tan abrumadora que acabo recurriendo a lo que ya sé, un poco como encontrarme con tropecientos sabores en una heladería. Esta práctica me anima a volar y me invita a dejarme guiar por la curiosidad, el asombro y la confianza. Según practico, siguen apareciendo nuevas posibilidades y esto me mantiene alerta, de manera que no me quede atascada con lo que me resulta familiar, en cuanto al material, a cómo acceder a él y a cómo componerlo. Entreno mi conciencia terrena de lo que está sucediendo tanto fuera como dentro de mí para poder dar oportunidad de que los peces más sutiles o más tímidos se muestren. Se me recuerda que siga haciendo mi trabajo y solo mi trabajo, dejando espacio para que el público, sobre la tierra, pueda llenarlo con sus propios asuntos pescaderos.

María Ferrara
www.mariaferrara.net

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